"Elige la vida, entonces, para que tú y tus descendientes puedan vivir" (Dt 30,19)
En el cuarto mes de embarazo de mi cuarta hija, Julia, descubrí que algo andaba mal con el bebé y, según la opinión del genetista, probablemente era un síndrome poco común (enanismo tanatofórico) y el bebé debería morir poco después del parto, también había riesgos para mí. Este médico recomendó hacerse un examen de líquido amniótico y, una vez confirmado el diagnóstico, podría pedir autorización judicial para el aborto, porque, según él, "no valía la pena sufrir con un embarazo en el que el bebé moriría ..." y debería pensar en el bienestar de mis otros tres hijos sanos.
Después de rezar y reflexionar mucho, decidí, junto con mi esposo, no hacerme el examen, porque existía el riesgo de un aborto. Nuestra hija tenía una misión que cumplir y, por doloroso que fuera, no tendríamos derecho a interrumpir su vida, solo para “evitar más sufrimiento”. El sufrimiento es imposible de evitar, todo el mundo sufre. Nosotros, como padres, tenemos la misión de enseñar a nuestros hijos a sufrir y no tratar de evitar que sufran.
El embarazo continuó con muchos problemas y Julia nació el 8 de noviembre de 2007, luego de un parto muy complicado. Fue remitida a la UCI donde se confirmó el enanismo tanatofórico. Ese mismo día, su madrina puede ingresar a la UCI por unos minutos e hizo su bautismo de emergencia. Los médicos le dieron solamente unos días de vida, sin embargo, la pequeña Julia superó todas las expectativas.
Fueron meses de mucho dolor, sufrió mucho, le hizo exámenes diarios, solo se alimentó por sonda y estuvo intubada por mucho tiempo para poder respirar. Además, tenía una fiebre inexplicable, ya que las pruebas siempre eran negativas para la infección y, a pesar de la fiebre, su estado general siempre era bueno, lo que intrigaba mucho a todos los que estaban directamente involucrados con su cuidado.
Un día, uno de los médicos me llamó a su oficina para decirme que no había ninguna razón científicamente explicable por la que ella estuviera viva después de más de tres meses, ya que no había casos registrados de bebés con este síndrome que hubieran sobrevivido tanto tiempo. La única razón por la que pudo explicar el hecho de que ella no murió fue el amor que sentimos y mostramos por ella y que ella sentía por nuestra familia. Esto, según él, lo marcó profundamente como médico y le hizo darse cuenta de que vale la pena luchar por la vida, sin importar cuán malo sea el pronóstico.
El 3 de febrero de 2008, con permiso especial de los médicos, pudimos completar el bautismo de Julia, con la presencia del sacerdote, nosotros los padres y sus padrinos allí mismo en la UCI. Unos días después de la ceremonia, todos pudieron presenciar una gran gracia: ¡Julia comenzó a respirar sola! Usó solo un pequeño soporte de oxígeno y por primera vez los médicos hablaron sobre la posibilidad de que regresara a casa. Fueron 15 días maravillosos. Pudimos recogerla y cuando se quedó sin medicamentos, interactuó más con nosotros e incluso sonrió...
Después de este tiempo ella empeoró y se quedó otros quince días con el tubo. Una vez más se quitó el tubo y logró quedarse el resto del tiempo con un soporte de oxígeno, a veces en la capucha, a veces con un catéter nasal.
Pasaron 5 meses y 11 días antes de que mi esposo y yo fuéramos llamados al hospital para recibir la triste noticia de que ella se había ido a la casa del Padre Celestial. Según el equipo que la acompañó ese día, todo sucedió muy rápido, su pequeño corazón simplemente se detuvo y el médico no pudo reanimarla. Ella se fue en paz.
A pesar de todo el sufrimiento, nuestro corazón se regocija de felicidad en los pocos momentos que pudimos estar con ella, agradeciendo a DIOS por habernos dado el privilegio de ser sus padres. Con Julia, nuestra misión como padres está completa. Tenemos una hija en el Cielo, con nuestros otros tres hijos, todavía tenemos mucho por hacer para que ellos también, algún día, puedan estar con su hermanita en el Cielo.
Nuestra familia ha madurado y se ha acercado mucho con la llegada de Julia. El dolor que sentíamos a diario, la sensación de impotencia ante su sufrimiento era inmensa, pero no podemos imaginar nuestra vida sin ella.
Querida Flavia, muchas gracias por compartir esta hermosa historia de amor y de bendición, para tu esposo y tus hijos. Julia vino al mundo para dejar huella en muchas personas, esa era su misión y haber descubierto en ustedes el valor tan grande de ver a Dios en los seres más indefensos y más fuertes como lo demostró Julia. Es una bendición para mí, haberte puesto Dios y La Mater en mi camino. Te abrazo con mi cariño , tu hermana de Alianza y amiga. Anita Tovar, México 🇲🇽
ResponderExcluir"Nada sin ti, nada sin nosotros"🌷🌹
Muchas gracias, Anita, por su cariño y el incentivo para empezar a escribir en español y poder compartir la historia de Julia con más personas.
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